La obesidad, el cigarrillo, la hipertensión, el colesterol alto y la diabetes, principales responsables de más de 17 millones de muertes por infarto al año en el mundo, ahora se incluye a esta lista la pérdida o precariedad del empleo.
Aunque no existen investigaciones significativas al respecto, el doctor Mauricio Torres, especialista en salud ocupacional y presidente de la Asociación Internacional de Políticas de Salud en Colombia, admitió que «un empleo precario o la pérdida del mismo constituyen un determinante social que genera problemas de salud, especialmente de orden mental y, también, físico, con posibilidades de manifestaciones clínicas de orden cardiovascular».
La pérdida del empleo y «los limitados salarios que recibe la mayoría de los trabajadores, especificamente en Colombia, los lleva a tener una dieta cargada de grasas y azúcares, y los horarios extendidos los desestimulan para el ejercicio físico, poniendo en riesgo su salud», dijo Torres. «Se requiere una política sería de salud laboral que supere la reducida acción de aseguramiento de riesgos profesionales para la población de la economía formal. También, de una política nacional de salud laboral que cobije tanto a los y las trabajadoras del sector formal como informal, y que busque desarrollar entornos saludables de trabajo, lo que implica trabajos dignos y decentes», afirmó.
Especificó que las políticas laborales deben promover dietas sanas y actividad física, tanto en los entornos laborales como domésticos, y debe influir sobre la calidad del empleo, que contribuya a superar la precariedad con que hoy se labora, básicamente por la inestabilidad del trabajo, la falta de protección social, salarios exiguos y grandes presiones laborales, que incluyen un permanente temor, miedo, estrés por la posible pérdida del trabajo, los que sin lugar a dudas afecta el sistema cardiovascular.
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